Raúl preguntaba la incógnita siguiente a su profesora de Química:

Pero si ácido más base es igual a sal más agua…¿Qué le pasa a la base? ¿Desaparece? ¿Y al ácido? — Dijo Raúl.

No Raúl, No desaparece, se transforma. Ya vimos que la cantidad de materia permanece constante, pero no tiene que pasar necesariamente que las sustancias concretas que intervienen en una reacción sí lo hagan; éstas no tienen que seguir estando ahí. — Contestaba Susana toda provista de paciencia.

¡Ah! ¿Entonces es como decir que una cosa nace de la muerte de otra?

— Sí,sí, eso justamente, Raúl — Vale. De esta he salido airosa, se dijo “la de Química”.


Raúl preguntaba a su profesor de Matemáticas:

¿Entonces si calculamos la derivada de una función, y después la integramos…¿Hemos hecho algo o nos hemos quedado igual? — Raúl era siempre, siempre así. Todos los profesores lo padecían.

Bueno… en parte sí y en parte no. En realidad es como si estuviéramos igual sólo que al revés, a la inversa. — Satisfacía Emilio a Raúl en la medida en que podía permanecer en su papel de profesor, “del que para eso está”.

¡Ah! Entonces es como una imagen de esas que se invierten y salen las cosas vistas como boca abajo, ¿no? — Contraatacaba Raúl inquieto.

— Eso, eso; muy bien Raúl. Ahora lo ves claro — Hartito estaba Emilio. Pero de esta ya había salido, al menos hasta la siguiente.


Raúl preguntaba al profesor de Historia:

— ¿Si el Imperio Romano se dividíó, el imperio americano del que tanto nos hablas, del que siempre nos cuentas algo negativo y aprovechando cualquier excusa, también se dividirá algún día? — Dudosa y en el límite era esta pregunta rauliana en su intención, la verdad.

Raúl, la historia, y ya te lo he repetido una y mil veces, es capaz de comprender el pasado, pero no de predecir el futuro; si no, no sería historia. — Fernando contestó casi piadosamente; dado el personaje.

¿Y para que nos vale a nosotros el pasado teniendo todo el futuro por delante? — Raúl amagaba con cruzar la línea con temas espinosos y peligrosos.

Porque el pasado, al transcurrir el tiempo, siempre deja alguna huella que puede sernos útil. — Fernando salió como pudo de la implícita espina clavadita.

— ¡Ah, vale! — Calló Raúl. Sorprendentemente.


Raúl preguntaba al profesor de Filosofía:

¡Yo no veo por qué tenemos que tratar el tema de la identidad personal! Una persona es eso, una persona. — Puro Raúl, en esencia.

Pero eso no es una definición, querido Raúl. — Santiago, el de Filosofía se sentó, por si acaso venían peor mal dadas.

— ¿No? ¿Pero nos entendemos, no? — Daba Raúl con saña.

— ¿Entonces si yo te digo que tienes un tres en el último examen y tú me preguntas el porqué?… Yo te puedo contestar, entendiéndonos perfectamente, que tienes un tres porque tienes un tres. Y punto.

No, eso es distinto — Insistiendo siempre se gana algo en este país, pensó el de Filosofía.

¿En qué? — Desafió Fernando.

En que yo siempre saco treses. Esa es la huella que dejaré tras mi muerte y su inversa es 0,33333 período — Se jactó insultantemente Raúl.

— Se te añade un cero y te sobra la coma Raúl. — Fernando, dictó una actividad a sus alumnos, tomó asiento y esperó ansiosamente a que la clase terminara.