-Sócrates- Oh Glaucón, sabes que hemos hablado de esto y aquello y de las cosas que lo son, sobre todo de aquello.

-Glaucón, sí y me la pela.

-S- Y que de aquello que llamábamos esto también es hijo de lo otro que dijimos que se parecía al Sol.

G- Así es, y me la depila.

S- Y que también de esto idéntico y que es a la vez diferente en relación al Sol mismo y a su prima la Luna colegimos que, pesar de ser primos, no se parecían mucho.

G. Sigue, no pares.

S- Y recuerda, querido amigo, que de ese hijo bastardo, que tanta guerra dio al Demiurgo, el tiempo y este cuerpo, corrupto y amorfo, dijimos que era como un reformatorio para pequeños bárbaros; donde éstos esperan que la rueda de la fortuna les sea más amable.

G- Sí, recuerdo.

S- Pues piensa ahora en aquello de lo que hablamos antes. Que de lo no se puede hablar, es mejor callar y que la práctica que en nosotros actúa, deja las cosas como están.

G- Ahora empiezo a entenderte mejor sin depilármela demasiado.

S- Pues entonces avancemos sin fin progresando de idea en idea y sin salir de las ideas mismas para no pasar el frío que reina en los que practican «la ciencia de allí y de aquello».

G- Continúa y no te arredres por tan poca cosa.

S- Lo que puede que no sepas es que el otro día del cielo bajo como una nube centelleante y cómo de ésta se abrió una especie de hueco del que salió lo otro y aquello y que parecía ser de otro mundo. Llegué a pensar que venía de otros mundos más allá del sensible y del comprensible por las ideas; pero no me parecía de aquí, de Atenas. Eso lo vi claro. Sería de Las Cuevas o Camporrobles, puede ser. Comentando con Apolonio de Dos Rodes díjome que había oído que se trataba de ciudadanos de Mira, dónde hay una sede donde cultivan el arte escéptico de mirar con cuidado eso y lo de más allá, examinando todos los argumentos y los contrarios a la cosas de las que tratan para alcanzar la impertubabilidad del cuerpo y las tonterías, amores y ensueños engañosos que de esta nuestra región personal llegan.

G- Bien. Yo también oí de eso que dices.

S- Vamos a dar por bueno como hipótesis sin fundamentar que viene de ese lugar, Mira, y que allí disciplinan y purifican su alma de ese modo que te he descrito. ¿Creerías que ellos tienen razón y nosotros no? ¿Que puede haber esta práctica y acción de buscar la tranquilidad del alma pasando de la Justicia en sí, la Belleza en sí y de todas aquellas ideas especiales a las que tanto trabajo intelectual les hemos dedicado?

G- No sé; pero mirándolo con cuidado, esos de Mira del que los dos sólo tenemos el eco de las habladurías que por todo Atenas circulan, puede que tengan la luz aquella que tanto buscabas (yo no) y que se irradiaba por todo el espacio sin ser ella misma irradiación.

S- ¿Cómo? ¿No asentimos todos a lo íbamos diciendo sobre todo lo que es esto, aquello y ciencia de allí abajo? ¿Vas a renegar de tus padres filósofos, o sea, de nosotros?

G- Puede, pero me la bruja, quiero decir, que me la bufa.