No todos somos paranoicos
Esta entrada habla de la paranoia y los paranoicos pretendiendo huir de la generalización peyorativa: «la gente cada vez está más loca». Pero huyo de esta generalización en cuanto la forma, pero no en cuanto al contenido, es decir, sí creo que hay un aumento de este trastorno en nuestra sociedad, pero no pienso que esto haya que dejarlo sin explicar; pues en la forma está la comprensión. Y ésta, a su vez, evita que la expresión «la gente está loca» o «la gente está cada vez más paranoica», sea una afirmación verdadera, en sentido absoluto. Por otro lado soy consciente de que la paranoia no es el único trastorno grave y severo de la personalidad. Que se me excuse de esta falta.
La exigencia despótica del policía interior
Desde Freud, los psicólogos de esta orientación, y yo también, se cree que hay en nosotros una especie de policía interior que, despóticamente, nos dice algo así como: «No hagas esto», «No seas tú», «¡Ven, aléjate de tí!». Es como una voz interior pariente próximo de la conciencia moral. También es un mecanismo más sobre el cómo opera la famosa «represión». Se puede afirmar que la represión se dice de muchas maneras. Ya Platón ponía en boca de Sócrates el estar poseído por un «daimon» interior, de nivel superior respecto al acceso al conocimiento. Es sabido por muchos que Sócrates tenía fama de «atraer», de «paralizar», de dejar perplejos a los otros desvelando y registrando sus propias contradicciones, de mostrar las divergencias e incongruencias de sus opiniones más comunes y heredadas en la educación, la tradición y la convención social.
Este policía interior se nos aparece como un sentimiento íntimo, delirante, paralizante, que lo ve todo y lo anota todo, lo registra y apunta como si nos estuviera poniendo una multa. De hecho, ahora que lo pienso, es esta misma su función. El policía está en las alturas, sobrevuela sobre nosotros desde arriba; puede bajar y reducirte y esposar primero, después te detiene y te encarcela y ya se te juzgará Dios sabe cuando.
Paranoicos y conciencia
Paradójicamente accedemos a la realidad a través de esta especie de impresión de realidad emparentada con la policía. Esto es interpretable de varias maneras. Por ejemplo, Hume hablaba de un sentimiento especial de realidad, una cierta manera diferente de apreciar que algo es real y que está frente nosotros como otra cosa. Antes Descartes lo llamó Dios; tuvo que hacerlo porque la conciencia del yo pienso no era suficiente para garantizar la existencia de los objetos externos a la mente.
Deducir de esto que «todos estamos locos» es una exageración. Pero afirmar que entramos en la realidad a través de un control policial previo, no lo es. Esto se comprende mejor si observamos a los niños que no son educados por sus padres. Éstos no han encontrado la forma pacífica de decirles «no», o «ven y aléjate de tí», «déjale tarta a tu hermano y no seas tan egoísta», etc. Y esto cada vez se ve más. No hay que descuidar la educación, aunque ésta no sea la última palabra a decir sobre el problema; enseñar que «no» todo se puede tener o ser. Ya después, sabedor de los límites, la persona querrá autoafirmarse retomando su propia palabra arrebatada.
Los paranoicos en sí
¿Qué ocurre cuando no hay palabras para saber de la realidad exterior? ¿Qué pasa cuando no hay palabras para entender que esta realidad exterior a veces es extraña, fustrante y difícil de asimilar? Creo sencillamente que la persona creerá que toda esa realidad exterior, lo vigilará, estará dispuesta a denunciarle, a detenerle, encarcelarle y someterle a juicio si hay suerte.
Las muchas opiniones comunes, las divergencias e incongruencias de las tradiciones heredadas, rebotarán hacia dentro de la mente de la persona: oirá voces, ecos, verá imágenes delirantes. Casi todo ello será el mundo externo que le persigue y va contra él. Casi todo será señal de conspiración en su contra. Casi todo simbolizará que él es el único al que la realidad no le deja en paz: el elegido por la verdad para manisfestarse. Este «bulling» de lo real acabará con las fuerzas del sujeto. Ya no podrá disimular en el juego social, y por tanto, caerá enfermo.
De esta manera y en esta tendencia: casi todo estará prohibido.