La conciencia
En esta entrada haré una breve reflexión a través de Platón sobre el fenómeno de la conciencia. Caballo de batalla de las nuevas tecnologías transhumanistas y término sobre el cual pivota casi toda la historia de la filosofía. Se trata del hecho de que la conciencia puede considerarse un tipo frecuente de evento natural más, además de ventana hacia la vida interior humana.
La conciencia e imagen en Platón
En Platón la imagen (phantasmata) tiene el sentido de lo que se aparece o se muestra tanto a la mente como a la naturaleza, puede ser simétrica, es decir, producir imágenes, copias o sombras más o menos fieles al original. Añade también que puede ser equívoca, ni simétrica, «fingiente», «disimuladora». Aunque apoyarse en los griegos para hablar de la conciencia pueda parecer una impostura no lo es. Mondolfo ya hizo un interesante estudio sobre el sujeto del conocimiento en el antigüedad clásica. Lo cual ya da a entender que había que hacer cierto trabajo para encontrarla.
Como ya sabemos, las Ideas son inteligibles, no se aparecen; su imagen es un elemento más de la cosa, los otros elementos son: la idea misma, una definición, un nombre lo más exacto posible y una comprensión intelectual llamémosla “mental”. En el Sofista, Platón se tropieza con la dificultad de clarificar el significado de los términos “ser” y “no ser”, que yo enlazo con el hecho de lo que nosotros creemos algo con certeza o sin ella sobre la realidad. Para Platón, que introduce el problema de negatividad aquí, lo dice del siguiente modo: es lo mismo que preguntarse cómo es posible que “lo que no es, sea”; también es lo mismo que decir que “lo que es”, es verdad, y que “lo que no es”, es lo falso.
La conciencia es imagen y negatividad
Voy a partir de la hipótesis de que la conciencia es un fenómeno natural en el que la luz y las superficies con las que entra en contacto la sobredeterminan. Usando a Platón para el caso que me trae, tanto la imagen y la imaginación, por ser fenómenos análogos a las ocurrencias empíricas conscientes (esta es mi hipótesis), formarían parte del mundo de las apariencias, de lo que es falso, de lo que “no es”. La imagen no es, es una imitación, una ilusión óptica que solo puede corregir el pensamiento y sus cálculos, y por tanto, la conciencia tampoco es, y el pensamiento no es la conciencia ni viceversa. Platón admite la derrota de no poder encontrar “una teoría correcta [exacta] sobre el no-ser”. El no ser – en sí y de por sí – es decir, concebido absolutamente, es impensable, indecible, impronunciable e informulable; y por tanto, fuera del sentido de toda teoría verdadera de la realidad. Esto sería lo mismo que decir que la conciencia, en sentido absoluto, por ejemplo como viene definida por Descartes, es imposible, indecible, informulable, etc. Justo lo contrario de lo que dijo el inventor de la modernidad en las certezas de sus noches veladas jesuíticas. Sin embargo, y volviendo a Platón, éste sí admite como posible una teoría relativa del no ser en la que éste existiese en la forma de “lo diferente”, es decir y para Platón, de aquello que también puede ser relacionable formando parte de un cuadro taxonómico por géneros y especies. Por tanto, de algún modo y en cierto modo el no-ser es , y el ser, no es. Por tanto y para mí, la conciencia es en la medida en que haya de ser relativa a otras cosas que yo estaría dispuesto a admitir como ocupando cierto tipo de función; clasificatoria o no. Eso ya se verá. A este “NO” en la expresión “no ser”, en la filosofía posterior se la ha llamado en algunos contextos, “lo negativo”. En Platón, lo negativo es la imitación, lo que se parece y es reflejo, o sombra, o imagen e imaginación, y en lo que a mí interesa, lo negativo en el sentido de lo diferente en relación a otra u otras cosas es lo que es la conciencia.
Producir conciencia
Platón dice que hay una técnica que consiste en hacer o producir imágenes, un técnica de lo imitativo. Esta técnica se subdivide en dos: a) una divina y b) otra humana. De la divina resultan los sueños, las ilusiones diurnas, las sombras proyectadas por la luz del fuego, los fenómenos ópticos. Por ejemplo, dice Platón: “si cogemos un espejo y le damos vueltas, imágenes del cielo, del sol, de tí mismo y de todo lo que haya alrededor, surgen”.
La humana es la técnica de simular imágenes que lleva a cabo cierta arquitectura, la pintura, la tragedia y la comedia. La divina crea, por la actividad del Demiurgo los seres naturales sensibles, toda la naturaleza. La humana simula la conciencia o no.
En la República (I al VIII) dice Platón que cada artesano fabrica con arreglo a su idea las camas y las mesas, pero no fabrican la Idea en sí de cada cosa, sólo su imagen. “La Idea de cama, una sola, es fabricada por Dios.” La pintura de la cama o la mesa se sitúa a triple distancia ontológica. En un primer nivel encontramos la pintura de la cama, en el segundo la cama fabricada, en el tercero el diseño traducido en dibujos y proporciones geométricas, y el cuarto la mejor Idea (en sí) de cama, la más perfecta ergonomía para el descanso de la divinidad. Yo añadiría la conciencia como una mala pintura, situándose ésta a una cuádruple distancia ontológica de la Idea.
Esto último es lo que yo creo que es la conciencia, algo parecido a una pintura o a una imagen reflejada; como la imagen que aparece arriba de esta entrada; y si el engaño está presente, la conciencia se adentra en el terreno de un juego donde su función habrá de ser compartida junto a otros elementos diferentes en relación de negatividad como ventana o puerta a la subjetividad hablada o escriturante.