Conspiración en las ciencias sociales y una antropología

En la presente entrada voy a insertar un texto de Popper en el cual se habla de la conspiración social de ciertos agentes y el objetivo de las ciencias sociales, donde defiende que éstas, y por tanto la antropología filosófica tal y cómo yo la entiendo, no pueden dejarse arrastrar por lo él llama «Teoría conspirativa de la sociedad». Popper afirma que no hay actores sociales particularmente poderosos como para que conspiren contra «la gente», que promuevan guerras, pobreza, u otras desgracias semejantes.

La teoría conspirativa de la en las ciencias sociales

Ahí va el texto de Popper:

«Esta concepción de los objetivos de las ciencias sociales proviene, por supuesto, de la teoría equivocada de que todo lo que ocurre en la sociedad—especialmente los sucesos que, como la guerra, la desocupación, la pobre­za, la escasez, etc., por regla general no le gustan a la gente— es resultado directo del designio de algunos individuos y grupos poderosos. Esta teoría se halla ampliamente difundida y es más vieja aún que el historicismo (que, como lo demuestra su forma teísta primitiva, es un producto derivado de la teoría conspirativa). En sus formas modernas es, al igual que el moderno historicismo y cierta actitud contemporánea hacia «las leyes naturales», un resultado típico de la

secularización de una superstición religiosa. Ya ha desaparecido la creencia en los dioses homéricos cuyas conspiraciones ex­plicaban la historia de la guerra de Troya. Así, los dioses han sido abando­nados, pero su lugar pasó a ser ocupado por hombres o grupos poderosos—siniestros grupos opresores cuya perversidad es responsable de todos los males que sufrimos— tales como los Sabios Ancianos de Sion, los monopolis­tas, los capitalistas o los imperialistas. Lejos de mí la intención de afirmar que jamás haya habido conspira­ción alguna. Muy por el contrario, sé perfectamente que éstas constituyen fenómenos sociales típicos y adquieren importancia, por ejemplo, siempre que llegan al poder personas que creen sinceramente en la teoría de la cons­piración. Y la gente que cree sinceramente que se halla dotada de la facultad de hacer un paraíso en la tierra, suele inclinarse por la teoría conspirativa complicándose a veces en contraconspiraciones dirigidas hacia conspiradores inexistentes. En efecto, la única explicación que se les ocurre para su impo­sibilidad de crear dicho paraíso son las malignas intenciones del Diablo que se halla especialmente interesado en conservar el infierno.

Ciencias sociales, conciencia  y voluntad

Que existen conspiraciones no puede dudarse. Pero el hecho sorpren­dente que, pese a su realidad, quita fuerza a la teoría conspirativa, es que son muy pocas las que se ven finalmente coronadas con el éxito. Los conspi­radores raramente llegan a consumar su conspiración.¿Por qué? ¿Por qué los hechos reales difieren tanto de las aspiracio­nes? Simplemente, porque esto es lo normal en las cuestiones sociales, haya o no conspiración.

La vida social no es sólo una prueba de resistencia entre grupos opuestos, sino también acción dentro de un marco más o menos flexi­ble o frágil de instituciones y tradiciones y determina —aparte de toda acción opuesta consciente— una cantidad de reacciones imprevistas dentro de este marco, algunas de las cuales son, incluso, imprevisibles.
Tratar de analizar estas reacciones y de preverlas en la medida de lo posible es, a mi juicio, la principal tarea de las ciencias sociales. Su labor debe consistir en analizar las repercusiones sociales involuntarias de las accio­nes humanas deliberadas, esas repercusiones cuyo significado, como ya diji­mos, ni la teoría conspirativa ni el psicologismo pueden ayudarnos a ver.» (Popper, La sociedad abierta y sus enemigos»)

La conciencia es una serie de imágenes que impiden una visión incorregible de la realidad sensible. Además de las razones que da Popper, y según mi punto de vista, si interviene la acción voluntaria racional y consciente no se obtendrá lo que se desea por la misma  estructura «espejante» de la conciencia.

Me acuerdo mucho de La dama de Sangai y su famosa escena de los espejos en el parque de atracciones. Y de ahí también, la imagen del avión en el espejo del coche que he colocado más arriba.