Museo Catedral postmoderno

En las universidades de los EEUU es donde surgió por primera vez la teoría y la práctica postmoderna, catalizadora y coadyuvante principal del concepto de Museos Catedral en todo el mundo. Esta teoría y práctica defendía y enfatizaba lo siguiente: su gusto por la discusión polémica, por la negación de los grandes relatos teleológicos, su gusto por una revisión ideológica enfocada desde múltiples puntos de vista desviando la atención hacia el arte periférico y a todo lo que había sido discriminado tradicionalmente como programa o manifiesto estético. En algunos casos la postmodernidad artística, y quizás en esto haya ido demasiado lejos, es contraria a las proclamas y doctrinas: todo se pone en cuestión pero no se sienta base alguna, ni principio estético parecido a algún tipo de fundamento o de criterio.

Museos Catedral, símbolos de prosperidad y progreso

Son los museos de arte moderno o contemporáneo los que van a ser el centro de atención de políticos, prensa y público. Y por supuesto, de todo El sistema del arte contemporáneo. Pues a partir de ahora serán considerados los emblemas y arietes de la cultura local y de sus pocas ganas de perder el tren de la historia y del progreso. Con sus Museos Catedral, ciudades y países, atraerán el turismo, activabarán el sector terciario de la economía, regenerarán urbanísticamente barrios marginales y revitalizarán ciudades y el países en conjunto; y con más motivo si se ha entrado, por alguna causa “desconocida”, en clara e inequívoca decadencia.

Museos Catedral y Museos Ilustrados

El museo que surge en el siglo XVIII se caracterizaba por popularizar y ordenar, con bases categoriales y divulgativas, las colecciones antaño desperdigadas fruto del espíritu “perezoso” medieval. Emprende también la difusión de tratados estéticos, impulsa a los museos a seguir reglas claras y racionales de mejoramiento, promociona la conservación y exposición pública de las obras.

Museos Catedrales en Europa

En la Europa continental es Alemania donde los nuevos Museos Catedral tuvieron una acogida más tibia, y solamente al principio. En sus inicios no se buscaba imperiosamente sustituir el viejo museo ilustrado, ni la más vieja catedral medieval, sino que, más bien, se intentó que sendas concepciones se complementaran. Aun así, el arquitecto norteamericano Richard Meier, construyó en la plaza donde se erigía la catedral de Ulm, un edificio que albergaba: un centro cultural y el Ayuntamiento en la forma típica de los Museos Catedral: con una planta circular central donde el público pudiera sentir y compartir todo un conglomerado de experiencias: estéticas, de consumo, de entretenimiento o de cualquier otro tipo.

En Inglaterra fue bien distinto. El objetivo con el que trabajaban los arquitectos era el de potenciar la participación de los fieles, del público. Consciente o inconscientemente, esa decisión implicaba emular una dinámica que era ya vieja en la vida de las mismas instituciones en la otra vertiente de la cultura occidental: la estadounidense. No es de extrañar que un país donde la revolución industrial proporcionó una mayor sensibilidad a las “demandas sociales”, con variable carga “utópica” (eso sí), a lo largo del siglo XIX, que hubiera una clara predisposición a construir Museos Catedrales y ha sacarle partido de todo tipo. Por otro lado, el anglicanismo tendía a buscar y reunir a sus fieles en espacios centrales — que como ya hemos visto muy brevemente, y esta peculiaridad de centralidad da de por sí materia para un solo post.

En el siglo XIX, la entrada fuera de las horas de culto a la londinense Catedral de San Pablo se realizaba previo pago por ver su interior, repleto de monumentos funerarios que amojonaban la historia lejana y reciente del reino, destacando el del almirante Nelson, enterrado en cripta, justo bajo la cúpula: el pago de una tasa extra permitía subir hasta esa cúpula y disfrutar de una vista privilegiada sobre la ciudad. El espacio era también un show, un espectáculo: nota típica también, por cierto, de los Museos Catedral en general.

Hablo de los museos catedral en Francia y su relación con el poder económico y administrativo en el siguiente enlace que toma como ejemplo la ciudad de Évry.

Los Museos Catedral en EEUU

Frank Lloyd Wright puede ser considerado como el puente, sino el enlace directo, entre modernidad y postmodernidad. Wright defendió en todo momento que “en las catedrales góticas (Le Corbusier también fue muy explícito en esta vindicación) de la Edad Media había mucho que resultaba orgánico en su carácter, y fueron hermosas e influyentes mientras vivió en ellas esa cualidad orgánica”.

Para Wright, arte y religión se encuentran hermanados en un mismo plano y son el producto del cumplimiento de una misma función; manifiesto artístico que emana del artista-arquitecto y que se llama arquitectura orgánica, tal y como la definió en 1939. “La experiencia religiosa, más festiva y participativa, demandaba un “templo” como “foro”, como lugar alegre, bello e inspirador, no como un edificio religioso enraizado en el sentido del ritual tradicional.” Por eso lo proveyó con una zona secular central para las actividades de iglesia más universal: entretenimientos frecuentes, la escuela dominical, fiestas y cosas así. (…)”Una forma mejor de vida, un molde mejor y más libre para vivirla en una democracia, basada en un sistema auténticamente capitalista.” Este es el sentido de lo orgánico al que antes se refería el propio Wright, uno de los precursores y quizás más influyentes de los arquitectos postmodernos. Su obra más conocida, y a la que podemos atribuir sin riesgo a error alguno, como el primero de los Museos Catedral construidos, es El Museo Guggenheim de Nueva York (1952-1959).

Museos Catedral. A modo de conclusión

Para el postmodernismo museológico contemporáneo arte y religión cumplen la misma función. “Cohesionar” la sociedad, visualizar el poder del estado y sus castas. Esto en la Edad Media era “orgánico” también porque conllevaba una determinada cosmovisión — la conocida jerarquía del ser — que se hacía presente en Catedrales y en otros muchos lugares de culto.

Queda pendiente explorar lo que podríamos denominar, “el organicismo postmoderno”. Sus sociedades y “cohesiones”, la visibilidad del poder del estado, su economía, su concepto de progreso sin fin y prosperidad democrática, su consumismo masivo y, por último, su cosmovisión.