Fascinación para el arte en la era digital
Un psicólogo actual, Howard Gardner, define el sentimiento estético de la siguiente manera: en primer lugar es una experiencia que empieza por despertar marcadamente nuestro interés, atención y a veces quiere despertar lo fascinante en exceso; en segundo lugar nos capacita para recordarla, después promueve la necesidad de repetirla, en cuarto lugar a sentirla de un modo consciente y tranquilizador, y por último a comunicarla a ciertas personas que son relevantes o importantes para nosotros en algún aspecto.
La fascinación
El interés y atención que la experiencia estética nos proporciona tiene mucho que ver con el concepto de novedad e innovación. Sentimos satisfacción estética porque, para interesarnos por el objeto bello, éste debe sorprendernos gratamente y en primer lugar. Y para que esto ocurra la obra de arte debe apartarse de la tradición y la costumbre, debe, como suele decirse, “romper moldes”. Se ha de denunciar que los hábitos y normas artísticas vigentes y asociados a nuestra experiencia estética no son eternas; que pertenecen a un sistema de valoraciones que debe, porque se puede, desenmascarar, es decir, desvelar que esas normas y valoraciones artísticas son construcciones artificiales que se ocultan bajo el velo de querer encarnar la belleza en sí, la belleza de todas las épocas, lógicas, superiores e indiscutibles. Hay que romper estos sistemas anteriores y volver a recomponer, con los trozos sobrantes, nuevos objetos artísticos capaces de renovar, una y otra vez, nuestra atención e interés; así la experiencia será memorable y obtendremos la motivación y las ganas de volver a repetirla.
Voy a hacer un paréntesis.
La imagen que tenéisabajo, representa el edificio de la Great Exhibition de Londres en 1851: su función era la de divulgar los últimos avances tecnológicos exponiéndolos públicamente. Bajo la imagen he colocado un texto. El texto está escrito por José Alcover, ingeniero, director de la Gaceta industrial y comisionado para cubrir y organizar la Exposición Universal de Viena que se celebraría en 1874.
Fijaos cómo usa el comisionado e ingeniero los términos “novedad” y “atención”: “Un hecho digno de notarse, y que de seguro ha llamado la atención de cuantos han concurrido a las exposiciones universales, es el carácter particular que ofrecieron las primeras, sobre todo las de 1857 y 1855, celebradas respectivamente en Londres y Paris, en las cuales parece que se buscó ante todo la novedad [en cursiva en el original], es decir, algo que llamara poderosamente la atención, temerosos acaso los iniciadores de la idea de que el público, que no se fija ni puede fijarse en los detalles, mejoras y perfeccionamientos que necesitan un estudio especial, recibiera una impresión desfavorable y se aburriera de las exposiciones si no encontraba en ellas ese algo[en cursiva en el original] que les da nombre y constituye la great attraction[en cursiva en el original], como dicen los ingleses.” (Alcover, 1875, 10-11).
Vuelvo al tema al tema principal: la definición de sentimiento estético de H. Gardner
Las “ganas de repetir” estas gratas, suaves y tranquilizadoras experiencias estéticas nos impulsan a querer saber más y a querer comprender mejor la obra de arte que se nos pone delante.
Este renovado interés conceptual e intelectual, que extrae su fuerza de cierta sensación de extrañeza, deslumbramiento, sobrecogimiento y asombro por lo fascinante, nos plantea nuevas preguntas, y nos sugiere nuevas respuestas y puntos de vista que antes no estaban a nuestro alcance.
Estos nuevos planteamientos son comunicables y nos son transmisibles. Ahí están los propios artistas, los “managers”, los coleccionistas, los comisionados, los críticos y los comentaristas digitales para aportar su visión, sus ideas al respecto, sus preguntas, respuestas y diferentes puntos de vista.
Sin embargo, esta comunicación con otros no tiene que ver con la verdad científica. El motivo por el que queremos volver a presenciar la obra de arte, volver a cuestionar, volver a preguntar y responder sobre la obra “es una cuestión de carácter personal e individual (…). Así como la determinación de la verdad es un empeño colectivo, en el que participan muchos individuos, la experiencia de la belleza se ha convertido en un asunto personal, individualizado e incluso – a veces – idiosincrático”, es decir, innato, hereditario e intransferible.
De alguna manera, como el arte no es ciencia, podríamos preguntarnos…¿entonces que tipo de comunicación e intercambio de ideas y pareceres es del que se nos está hablando?
La fascinación entre los límites
Por otro lado, también nos preguntamos… si la experiencia estética arranca desde la extrañeza, el deslumbramiento, el sobrecogimiento, e incluso, el estupor…¿no son estas emociones contrarias a la conciencia tranquila y tranquilizadora de la que se hablaba al principio? Cuando nuestro psicólogo nos dice que las obras de arte nos deben “sobrecoger”, lo que quiere decir en realidad es que debemos llegar a una sensación final no tan “sobrecogedora”, sino más bien un “cosquilleo” (cito literalmente); que la extrañeza y perplejidad no debe de pasar de grado y hacernos “perder el control” y que nos permita además “guardar la distancia”. No debe “dominar” la situación. Tenemos que saber mantener siempre nuestro juicio independientemente y nuestro espíritu crítico frente la obra artística. (La autonomía moral del que esto escribe, queda dañada fácilmente con tanto sobrecogimiento)
La fascinación y las nuevas tecnologías
Según H. Gardner, con las nuevas tecnologías se abren nuevas posibilidades de innovación, son las siguientes:
Los ordenadores y la nueva Inteligencia Artificial son capaces de generar una obra de arte a partir de otra; son capaces de producir imágenes, sonidos, señales, símbolos, etc, siguiendo la pauta de un algoritmo o programa.
El concepto de “obra terminada” puede haber alcanzado su final. Una misma obra digital se puede cambiar continuamente: por el artista mismo, o por otros anónimos.
Las fronteras entre artistas, diseñadores, científicos, ingenieros, tienden a difuminarse. El arte puede pasar a ser interdisciplinar y exigir la participación de muchas y diferentes profesiones.
Videos, visitas a museos online, junto con otros recursos audiovisuales, se pueden transmitir instantáneamente a cualquier parte del mundo.
La obra de arte puede empezar a incluir el trabajo de colectivos, quizás minorizándose la tarea del autor personal, en las que se implican, desde la producción a la distribución. Instituciones nuevas y efímeras pueden aparecer. Por ejemplo: la galería Chelsea, un famoso millonario comprador de parte de la colección y la casa de subastas donde se hizo la compra.
La obra de arte podría llegar a ser una práctica junto con otras y más global, unida accidental o intrínsecamente a otras actividades: visitar un museo con la familia, “echar un vistazo a la librería” del museo, tomar un café en su bar, navegar por internet en el quiosco de la sala “Picasso”, etc
Dedicaremos, dice Gardner, “más espacio físico y psíquico”, museos más grandes y fascinantes, obras más grandes, más comentarios y reseñas digitales.
