El enfoque en pareja frente el artista individual
En general, el enfoque que prevalece, tanto en la producción de la obra contemporánea, como en su proceso de evaluación estético, es el que ya hemos llamado en otras entradas: “el artista marca”. El artista marca basa su inclusión en el exclusivo sistema-arte-contemporáneo en su currículum único e ideosincrático; domina bien la construcción del “personaje”, domina, en resumidas cuentas, la clave que le permiten acceder al club.
La coherencia de este planteamiento está fundamentada en su carácter, en su trayectoria y recorrido en el mercado profesional, en su “posición” en este mercado. Lo que se compra es esta focalización en la personalidad del artista.
Un coleccionista cuyo nombre se ignora contaba que “cuando compra una obra joven, no se puede juzgar solamente por el arte. Hay que tener también en cuenta el carácter de la persona que la hizo (…) lo que me fascina es conocer a los artistas pasar veladas con ellos, hablando de arte. Comprarles sus obras es nuestra manera de estar con ellos, de acompañarlos.” Y ya sabemos que el coleccionista es el comprador, el que mantiene el tinglado en marcha, el que lo impulsa, y el que si la coyuntura económica entra en crisis, todo el sistema arte entra también en crisis. Son fenómenos intensamente correlacionados.
El enfoque en pareja
Sin embargo, hay otro planteamiento aparentemente alternativo al personalista. La creación compartida. Creación que puede ser en pareja. Hermanos, amante, amigos, aparentes amantes, etc, que crean juntos. Muchos artistas trabajan bajo este planteamiento: Bend y Hilla Becher, Pierre y Gilles… Antes he puesto en negrita “aparentemente” porque, en el fondo, da la impresión de que sigue siendo el mismo planteamiento al que más arriba hemos llamado, personalista: quizás venda más “la personalidad de la pareja feliz”.